La escucha activa como base para una comunicación consciente.

 Introducción.

En una época en la que predomina la rapidez informativa y el exceso de estímulos, las personas tienden a enfocarse más en lo que quieren decir que en lo que deben escuchar. Esto ha generado un fenómeno preocupante: la pérdida de atención en los procesos comunicativos. El presente ensayo reflexiona sobre la importancia de la escucha activa como una herramienta clave en la mejora de la comunicación oral y escrita, sustentando su relevancia en argumentos académicos y ejemplos reales, para demostrar que escuchar de manera consciente no solo es necesario, sino urgente.


                                                                             Desarrollo.

La comunicación es un proceso bidireccional: implica emitir y recibir mensajes. Sin embargo, muchas veces se confunde el acto de oír con el de escuchar. Oír es una capacidad sensorial que se activa de manera automática; escuchar, en cambio, requiere concentración, empatía y voluntad. Esta distinción, ampliamente desarrollada por autores como Robbins (2013), es esencial para entender por qué la mayoría de los conflictos interpersonales no surgen por lo que se dice, sino por lo que no se comprende.

Dentro de la comunicación oral, la escucha activa se manifiesta mediante señales verbales y no verbales que indican atención, como el contacto visual, las preguntas pertinentes y el lenguaje corporal receptivo. En la comunicación escrita, esta habilidad se traduce en la lectura comprensiva, es decir, en la interpretación profunda de textos para identificar intenciones, estructuras y significados.

Aplicar esta habilidad genera beneficios tangibles. Mejora la relación entre compañeros de estudio o trabajo, incrementa la eficiencia en equipos colaborativos y reduce los malentendidos. Por otro lado, no desarrollar la escucha activa conlleva efectos negativos como la desinformación, el deterioro de la convivencia y la toma de decisiones basadas en suposiciones o prejuicios. Covey (2004) sostiene que “la mayoría de las personas no escuchan con la intención de comprender, sino con la intención de responder”, lo cual reafirma la necesidad de revertir este hábito social.


La práctica diaria de la escucha activa exige voluntad y entrenamiento. Ejercicios simples como la reformulación de ideas, el silencio activo (escuchar sin interrumpir), y la observación del lenguaje corporal, pueden marcar una gran diferencia en la calidad de nuestras interacciones. Además, fomentar esta habilidad en entornos educativos puede preparar a los estudiantes para una participación más crítica, reflexiva y humana dentro de su comunidad
.



Conclusión.

La escucha activa no es una técnica superficial ni un complemento de la comunicación; es su base más sólida. Sin ella, cualquier intento de expresión se fragmenta y pierde significado. Este ensayo ha defendido que, para construir una comunicación oral y escrita efectiva, es indispensable aprender a escuchar con atención, comprensión y respeto. Solo así será posible generar vínculos más empáticos, entornos más cooperativos y una sociedad verdaderamente comunicada.


Referencias APA

  • Covey, S. R. (2004). Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Editorial Paidós.
  • Robbins, S. P. (2013). Comportamiento organizacional (15.ª ed.). Pearson Educación

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